La nada incompleta

Desnudo de piel,
de sangre,
de mente,
y de vísceras,
el vacío disfruta
de su mismidad:
lo abarca todo,
es todo.
Es.

¡ES!

Nada lo iguala.
Nada lo supera.
No hay tensión
ni competencia.

Sin embargo, añora
el tránsito
gozoso y doliente,
del lado sensible.

La nada
tampoco es perfecta.

Está inacabada.

Es la mitad
de un ocho tumbado.

La completa el aliento,
la diástole del pálpito,
la rotura del silencio.

La nada y el vértigo:
sino y esencia.

Amén.