Me gusta esto de la etimología (origen de las palabras, raíz o verdad -etymos- de las mismas). Además de reveladora se me antoja a menudo muy divertida. Resulta que pasamos de ser los príncipes de la claridad para acabar siendo los putos amos del cenagal. Y la cosa tiene sentido, no creas. Porque resulta que humano proviene del latín humus, que significa precisamente, ¿lo has deducido?, pues sí, cieno o barro. En rigor, el Diccionario (con mayúscula, es decir, el de la Real Academia Española, los capos del vocabulario castellano vigente, ya sabes), define humus como Capa superficial del suelo, constituida por la descomposición de materiales animales y vegetales. O sea se, barro inmundo, detritus, lodo cadavérico. ¿A que mola?
Pero hombre, ¿qué me estás contando, compañero? ¿Acaso somos nosotros ese Luzbel venido a menos (a muchísimo menos, en verdad), ese miserable lodo vivo?
Pues, mujer, ¿qué chorra -riojanismo- sabré yo? Y, si algo llego a saber, ¡es de pura chorra! Así que lo mismo te dijo cinto que jacinto, ya ves tú. Lo único que ahora me viene al coleto es una frase del bueno de Aldous L. Huxley que reza tal que así: Maybe this world is another planet's hell. Que en cristiano -como se decía antaño- quiere decir que Tal vez este mundo sea el infierno de otro planeta.
Tal vez por esa razón, y porque a nosotras las [personas] humanas nos conviene la humildad, el Diccionario (op. cit) contempla una quinta y última acepción para ese barro que según parece somos, sin mucho margen a la duda que digamos. Dice así: Cosa despreciable -y culmina-, nonada.
Por si a alguien, digamos de Oteruelo, le quedasen dudas, la propia Academia aclara: Nonada: (en desuso) Cosa de insignificante valor.
Pues eso. Como para presumir estamos. Pringaos. Nonadas.
No. No quiero resolver así este brete lingüístico. Así que añado: Mas quien tuvo, retuvo. Y quien habitó la luz, sabrá devolverse a ella... llegado su momento. ¿Cómo ocurrirá tal cosa? Ju, ju, ju...
¿Qué te habías pensado, que esto es Lourdes?
Hola, soy Proust.
Me parece que Poegrino ha demostrado en esta ocasión (como en tantas otras, debería añadir) tener muy poco talento para el delicado arte del lenguaje pues, además de arrabalero en sus formas y desmedido en sus dictados, resulta banal en sus conclusiones, o mejor, en la ausencia de éstas, lo cual me obliga, en virtud de mi compromiso por la defensa inequívoca de la aureola literaria, a enmedar al autor (por llamarlo de algún modo) agregando, a modo de corolario ineluctable, mi ya fausto adagio: Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia.
Verum est. [Poegrino dixit]
Si de hecho, nada o nonada, que viene a ser lo mismo, es uno de los nombres de la Esencia.
Por cierto, Marcelo, a todo esto. Tú, ¿no te habías muerto?